sábado, 9 de enero de 2010

Arde el cerro


Con la pereza característica de un año que comienza en viernes, aquí vamos con la primera cachetada de este nuevo fiasco de doce meses. La presente nota intenta recoger las reflexiones de una semana que termina con registros insólitos de temperaturas extremas tanto altas (en el día) como bajas (en la noche) en el pedazo de territorio que rodea a mi amigo el puma y al que algunos optimistas pretenden llamar con rosadas palabras como "país" o "patria".

Se supone que la foto que ven arriba es más o menos un ejemplo de la Bogotá de hace unos sesenta años, una lúgubre y fría ciudad que no en vano se ganó el mote de "nevera" por parte de los "calentanos" que viven en otras altitudes. Espero sepan tomar la foto en el mismo sentido que yo cuando apunto a la indumentaria de los lugareños, entendiendo que la infaltable gabardina no estuviera apoyada por una cuestión de moda sino por el frío (y frecuentemente lluvioso) clima cotidiano. ¿Por qué viene al caso esta mención "retro"? Porque si la ciudad se hizo odiosa fue por fría, no por caliente... hace años no era habitual que el monte se prendiera fuego solito debido al abrasador calor, así de simple.

Parte de lo que sigue proviene de charlas-no-de-coctel con algunos pocos allegados. El tema del cambio climático da para todo. Para algunos relacionados con el tema ambiental, es obviamente parte de su diario vivir el razonar sobre el problema y tratar de proponer soluciones. Para otros mal nacidos (que militan en el extremo opuesto siempre a favor de los grandes capitales), es una farsa inventada por activistas desocupados que, por envidiosos, no quieren que sus patrones sigan abarrotando sus bolsillos mientras envenenan el planeta. Y en medio de este carnaval de blancos y negros hay una infinidad de grises, uno de los cuales se limita a reflejar la inconmensurable estupidez que el trópico estampa en la cortísima mentalidad del latino promedio: "me encanta el calor que está haciendo por estos días, es rico porque así las viejas andan más destapaditas, hay más para ver...". Esta es la única clase de "razonamiento" que puede originarse en la subdesarrollada neurona de aquel que sólo sueña con un priapismo perpetuo y con el día en que el calor obligue a todas sus conciudadanas a salir desnudas (semidesnudas ya están saliendo) a la calle.


Pero este tipo de individuo está tan ocupado fantaseando con el pecho de aquella desconocida que viene en dirección opuesta por el andén, que no es capaz de escuchar el sobrevuelo de aquel helicóptero que presuroso lleva su encargo de cientos de galones de agua para intentar apagar el fuego que consume el bosque nativo a pocos kilómetros de sus inquietas gónadas. Este tipo de individuo sólo tiene imaginación para inventar la frase que le acerque a cumplir su recién concebida fantasía erótica y, si se descuida, a concebir como consecuencia a otros igual de cafres a él, que en un futuro más caliente seguirán en el mismo plan absurdo de dejar quemar el planeta por la acción conjunta e inconsciente de tanta gente, y todo por la primordial expectativa de ver un par de tetas por la calle.

Y así, década tras década, durante las últimas seis, más o menos, la gente sigue haciendo gente, con lo cual el clima se calienta un poquito más, de manera que la gente se destapa también un poquito más, se desinhibe un poquito más, se exhibe un poquito más, y así se crea un nuevo ciclo de calenturientos que de nuevo se dedican a hacer más gente... y etc...


y mientras tanto, los pajaritos, los caracoles, las plantas, y todas las especies de flora y fauna que confían en que los desgraciados que viven alli abajo, en la ciudad, no acaben con su hábitat, se joden... se tienen que comer el humo y morir asfixiados o incinerados... y todo para que esos "racionales" puedan seguir viendo tetas en los andenes de las avenidas.


He dicho, y seguiré diciendo.

PD/ Agradecimientos a Camilín por las fotos...