sábado, 11 de septiembre de 2010

Pinina

Vuelve y juega el "auto-reencauche", esta vez asaltado por una duda: ¿Habría podido soportar 15 años a nuestro lado? Nunca se sabrá, pero los 11 que compartió con nosotros fueron una de las pocas cosas que puedo recordar con agrado en medio de tanta adversidad. Hoy hace 15 años llegó a nuestro hogar para ocupar un lugar muy importante, y es justo hacerle este pequeño homenaje presentándola a tantos que no la conocieron. Esta entrada fue originalmente concebida el 16 de marzo de 2007, casi tres meses después de su partida.

Casi tres meses después vengo a citar aquel evento que nos dañó el más reciente fin de año, la más reciente navidad (época que de hecho ya detestaba). El 27 de Diciembre pasado tras once largos años fue necesario adelantar su triste destino, el que tenemos todos, pero que en su caso se vio anticipado por la inclemencia de un tumor que ya hacía rato se había amañado con ella tanto como ella con nosotros y viceversa. En un hecho sin precedentes que me puso a trascender sobre algunas de las ideas que tanto predico, la decisión más humanitaria, si el término existe y es aplicable a este caso, era darle concentrada una enorme dosis de cariño que la hiciera sentir relajada en esos ultimos instantes comprados, y no aguardar a que más adelante unos largos e insufribles últimos días gratuitos se convirtieran para ella (y para todos los que la rodeábamos) en la peor experiencia de nuestras vidas. Tocó preferir la calidad sobre la cantidad. Tenerla sufriendo por un tiempo excesivo en espera de un milagro que no iba a llegar, no iba a ser de ninguna manera el premio a su fidelidad incuestionable. Muchos dirán que el llevarla empujada hacia la luz del túnel tampoco lo fue, pero en verdad eso es algo que solo puede conceptualizar cada quien desde su propia experiencia.
Junto con este epitafio que le estaba debiendo a mi Pinina, verán una de sus últimas fotografías.No es de la mejor calidad, pero ya es mucho logro que en medio de la tragedia el Libretista nos hubiese provisto un celular con cámara para poder registrar su inocente disimulo y el imperceptible y valiente esfuerzo con el que hasta ese oscuro día nos convenció de que todo estaba marchando bien. En esa lúgubre navidad del año 2006, volví a sentirme un animal incompleto. Quienes me conocen de cerca pensarán en este momento que estoy siendo cínico al negar que hay otras fuentes de cariño alrededor. Pero no por eso voy a dejar pasar la oportunidad de afirmar que el de ella fue siempre muy especial. Tampoco les será nuevo el verme o escucharme decir que siempre preferiré estos "placebos", como diría un amigo. Es incomparable la fidelidad, el afecto que te puede prodigar una mascota por encima de la ingratitud que casi siempre se espera del mal llamado ser humano. Ni siquiera aquellos que comparten tu sangre son completamente dignos de confianza, y al no poder escogerlos, lo malo que te pueda pasar con ellos es un simple producto de la mala suerte.
En cambio el vínculo que creas con ese ser es invulnerable al paso del tiempo. Te querrá hasta el último de sus días en la misma forma o mejor que como te lo demostró el primer día que te vio. No te levantará la mano ni la voz para agredirte, siempre te esperará ansioso y feliz de verte, sin importar la hora y lo cansado que llegues su alegría puede borrar todo lo malo en un batir de cola.

Bien... no me extiendo más. Esto era algo que tenía atorado en la conciencia, el no haber dedicado a tiempo unas palabras a ese ser tan especial al que tuve que dejar ir con el Libretista hace casi tres meses. Lo tenía que hacer, por algo que ya casi contaré en este espacio, y que me hace guardar la esperanza de que su espíritu no nos ha abandonado y que incluso, si está escrito, pronto estará de nuevo con nosotros.