domingo, 19 de junio de 2011

Fotobomba

Sí, ya se que la imagen que abre esta entrada es un desperdicio. Podría decirse que la culpa es del fotógrafo, pero tengo varios argumentos atenuantes en defensa de mi amigo el puma: en principio, esta fotografía no fue tomada decentemente, con una cámara, como debe ser, sino con el bendito celular que se cree cámara (tema frente al cual comparto la opinión del estimado Iván Marín). Sumen a la falta de flash la circunstancia de que ya era de noche, para que vayan entendiendo. Sin embargo habrá quien diga que nada de lo anterior es excusa para no haber podido evitar que la foto quedara movida. Aquí expongo mi argumento final: esta foto fue tomada en Bogotá.

No se si en donde usted viva, señor lector, le haya pasado, pero por estos lares es pan de todos los días encontrar avisos como el que inspiró esa foto, publicados en las entradas de almacenes y centros comerciales, en los que se prohiben cosas como fumar, ingresar con mascotas y tomar fotografías. Claro, es normal la reglamentación que destierra a los fumadores, y en cierto grado entiendo que las fotos que se toman algunos se acercan mucho a la misma presentación que tiene una cagada de perro, aunque no comparto que por eso se discrimine a las mascotas, al fin y al cabo he visto peores animales cruzar las puertas de tales establecimientos y nadie les ha negado el paso. Pero en lo de las fotos me cuesta bastante estar de acuerdo, pues a cualquier aficionado a la fotografía se le está tratando tácitamente como un potencial terrorista (me imagino que esa debe ser en el fondo la base de tal prohibición). Si no fuera así, entonces ¿a qué temen? ¿de qué se protegen? ¿de que se divulguen los "espectaculares" precios de las "promociones"? ¿o están cuidando el pudor de las atractivas impulsadoras que reparten las degustaciones?

No tengo idea, pero esta generalizada paranoia es un golpe bajo contra la tradicional fotografitis de la que sufre la mayoría de nuestra calentana población. Aún recuerdo planes tan familiares como el de ver en la mesa de al lado en la plazoleta de comidas a una familia haciendo maromas para caber en la foto que dejarían como prueba de que ese día (y sólo ese) habían llevado a la matrona de la casa a comerse algún plato típico. ¿Qué será de los álbumes familiares y las cámaras, condenadas al paranoico olvido? Ahora al estilo de los juzgados gringos en los casos famosos que veíamos en los noticieros, tocará andar con un dibujante que capture la casual atmósfera de tan mágicos instantes. Y a los más serios, que no andamos con esas pendejadas, se nos cohibe de sacar a pasear lo que siempre hemos visto como un inocente pasatiempo en desprevenidas caminatas.

Cuenta mi amigo el puma que una vez le metieron un sustico por eso, años atrás, cuando aún se distraía con su cámara de rollito y se le ocurrió la brillante idea de meterse en un "exclusivo" sector a fotografiar un pequeño paisaje sobreviviente al acoso de la jungla de cemento, y conocido como "Quebrada La Vieja". Nuestro amigo esa tarde estuvo a punto de ser tratado como si a la vieja la hubiera "quebrado" él. Habría caminado una o dos cuadras después de tomar las fotografías cuando le dio alcance en una motocicleta el que parecía ser un miembro de la escolta de algún hijo de encopetada madre que vivía por ahí, quien con aire amedrentador le fue pidiendo documentos, datos personales y explicaciones de qué era lo que andaba haciendo. Poco faltó para emular la clásica escena del gorila abriendo o rompiendo la cámara para destruir las tomas hechas a los capos de la familia Corleone. El atolondrado y desprevenido fotógrafo-transeúnte sólo atinaba a pensar si con esa misma valentía reaccionaría aquel primate ante una amenaza real.

Desde entonces, cada vez que esta puta ciudad, como dice Fito Páez, pone ante sus ojos algún banquete visual urbano de esos que le gustaría perpetuar o criticar, mi amigo el puma sueña con el día en que sus maltrechos ojos puedan ser reemplazados por una vista al estilo Robocop, con la que no toque encuadrar, enfocar, obturar, ni nada, solamente observar y ya. En aquella ocasión de marras, algunas de las fotos se echaron a perder (a tal grado llegaba la mala energía del "tira" aquel, que sin necesidad de abrir la cámara se iba tirando el rollo). En la actualidad, el afán de no ser interrogado hace que fotos como la que encabeza esta nota queden movidas. Ahora sí, ¿nos disculpan?.

lunes, 6 de junio de 2011

Simbiosis

¿A qué les quedó sabiendo la palabrita esa de cuatro letras, después de la anterior entrada? ¿A pepa chiviada de viagra? ¿A goticas retardantes? ¿A jalea para sexo oral? O sencillamente, ¿a mierda? La idea es que no haya quedado sabiendo a nada bueno, pero si lo expuesto hasta ahora aún no le ha hecho efecto, espero que este nuevo atentado logre su propósito. De nuevo con el apoyo de mi amigo el puma y una de sus fotos casuales, vamos a analizar una macabra sinonimia que dice así...

Caricatura original: © Hernández
Cuatro letras a cada lado de la ecuación planteada por el señor de blanco parecen una buena primera aproximación. La segunda similitud entre estos dos términos es que ambos son invenciones humanas: la primera se usa para atribuir a un ser superior aquellas cosas que el hombre no puede hacer o entender, y la segunda, como ya dijimos, para cubrir con un sutil manto de delicadeza aquellas estupideces que la especie comete por dejarse llevar de su lado animal. Son palabras de fácil digestión al ser tan cortas, fácilmente pronunciables hasta por el más tonto de los tontos, lo que no ocurre con vocablos de mayor calibre como raciocinio, escepticismo, incredulidad y tantos otros que adornan el léxico de quienes tienen más de dos versículos de frente, y no creen en esos grotescos individuos y sus extrañas formas de interpretar el "amor" (al dar click sobre la imagen, verán en el original de la caricatura a qué me refiero).

Cazando ideas voladoras para esta entrada me puse a revisar mi versión criolla del conocido juego Scrabble (Crucigrama) y vi que la ecuación se desbalanceaba en perjuicio del primer invento: "dios" suma 5 puntos mientras que la otra cosa suma 6. En inglés pierde aún más terreno porque son 3 letras contra 4, 5 puntos contra 7. Nada que hacer, estadísticamente tiene más relevancia quedarse reinventando la tiradera que ir a pedir perdón por la misma. Pero aquí tenemos nuestra propia explicación para esta situación: las franquicias de la fe, como todo negocio, no están para favorecer ni al imaginario proveedor ni a los tangibles consumidores. Son simplemente un intermediario como cualquiera, buscando su propio beneficio.

Vean a su derecha. De una imagen tan cotidiana se pueden decir muchas cosas. La primera que se me ocurre es que supuestamente este negocio (una de esas tantas agencias de viajes que funcionan como iglesias... ¿o al revés?) se basa en rendir culto a un hombre melenudo en harapos. Afuera se encuentra sentado un pobre que cumple con esa descripción, sin embargo jamás lo dejarán entrar a participar del show, porque al que siguen siempre que pueden lo representan muy tieso y muy majo, rubio, resplandeciente y con la barba arregladita; todo un modelo de revista, porque hay que mostrar que el tipo ante todo es gente "bien". Y de hecho el modelo de negocio de varias de estas franquicias me hace pensar que deben al igual que en las discotecas poner el letrero a la entrada y el bouncer que digan: "nos reservamos el derecho de admisión".

Otra idea: al igual que ocurre con las grandes cadenas de almacenes, el mercado está segmentado de manera que a cada nivel socioeconómico se le cubra su necesidad de alienación con un "servicio" a su medida. En estos pisos intermedios y bajos el sujeto de la foto se convierte a la vez en  materia prima y producto final del proceso. La pobreza, la enfermedad, la baja calidad de vida, la necesidad en general, son los ingredientes necesarios para mermar la voluntad del individuo y obligarlo a creer en lo que otro humano cualquiera le diga. El que está jodido es utilizado como herramienta para acceder al "corazón" (léase bolsillo) del que lo está un poco menos, y el borrego afloja pensando en aquel pobre que espera afuera, pero a éste dicha ayuda casi nunca le llega. Eso sí, un día cualquiera ven al padrecito-pastorcito-picarito llegando en tremenda nave a echar su cuento, a pedirle a sus clientes que sigan aflojando porque al "señor" ya le da pena entrar a esa sede tan mal presentada y por eso hay que remodelarla o hacer una más grande. Eso sí, pueden estar tranquilos, que como el dinero y los bienes terrenales son cosa del maligno, y "el señor" no va a bajar de los cielos a ensuciarse las manos con eso, pero tampoco quiere que sus fieles ovejas se manchen, el abnegadísimo pastorcito mentiroso se sacrificará y la escriturará a su nombre... para alabanza y gloria de su nombre , para su bien y el de toda su "santa iglesia".

Una tercera idea, ya para irme: a las subsidiarias del "amor de dios" les gustan tanto los pobres que por eso todo el tiempo luchan para que haya más. Ya lo dijimos, les conviene. Y no les importa si para ello los tienen que sacar de su propia entraña. Así que cuando alguien en el rebaño intenta tener más de dos versículos de frente y darse cuenta de que "multiplicarse y llenar la tierra" no es racionalmente una buena opción, el señor del discurso enredado y las aparentes buenas intenciones se desata en prosa en contra de aquel "hereje" que se niega a ser un "vehículo" para el "amor de dios". Claro, seguramente un ente etéreo que es sinónimo de "amor" goza cuando ve que sus amadas criaturas están comiendo mierda, y encima con las raciones mermadas por culpa de la sobrepoblación. Ese señor (el de blanco, haciéndose pasar por el otro) tiene un plan para la vida de todos los aquí presentes, y es que por dejarse llenar la cabeza de ideas raras siempre mantengan bien surtido el mercado de la lástima, para que nunca falte un indigente a la entrada de un templo, ni un mendigo en un puente peatonal, ni un niño hambriento en un semáforo. Y mientras haya alguna necesidad insatisfecha (ingrediente diario del tercermundismo que nos rodea), habrá tierra fértil para que estos honestos señores sigan en lo suyo. "Amén".