sábado, 18 de abril de 2009

Amigo el ratón del queso... (2)



Episodio II:
El ataque de los ...ones

Creció el joven Anarquín en medio de las cátedras, las nuevas amistades y por supuesto las mujeres... de todas ellas las hubo buenas y malas, porque en la variedad está el padecer, y así fue como de vez en cuando al incauto aprendiz le sorprendió una que otra fluctuación extraña en su instinto por cuenta del lado femenino de la fuerza. Se vio a sí mismo cumpliendo con lo previsto en la profecía según la cual su devenir iría ligado a encontrar el equilibrio en la fuerza, después de largos años de desbalance en los cuales nunca pensó seriamente en darse una oportunidad para probar eso que otros llamaban felicidad.

Por esa vía comenzó al poco tiempo a sentir ciertas ansiedades... ciertos temores basados en la aterradora posibilidad de no llegar a ser el grande entre los grandes y convertirse así en la mayor decepción de su madre... y algunos otros más mundanos, casi profanos, fundados en su temor de quedarse solo por culpa de su pésima suerte con el lado femenino de la fuerza, terreno vedado hasta ese tiempo por la drástica sobreprotección de la que quizá fue objeto. Bien dijo el maestro que la ansiedad conduce al miedo, el miedo a la ira, la ira al odio, el odio al dolor... bueno, en fin había una cantidad de carajadas conectadas todas entre sí y que en la voz del maestro hasta sonaron convincentes. En concreto, el aprendiz sufría por el miedo a lo desconocido.

Y por andar queriendo ver más allá de lo evidente el sable le salió de dos filos... su hasta ahora leal sentido común no le fue suficiente para prever el peligro de chapotear en medio de las aguas mansas. En este episodio el libretista le tenía ya algunas sorpresitas por cuenta de algun(a) hipo(a) de la gran pótama que sin saberse por qué lo agarró entre ojos y le apuntó a un detalle clave: arruinar el ya de por sí débil vínculo de confianza entre nuestro "rebelde" amigo y su progenitora. Fue muy fácil para el anónimo hipo de la gran pótama (para resumir, hp) atacarla secuestrando su razón con rumores acerca de los supuestos malos pasos de su retoño. El sólido muro que le enseñó a construir a su alrededor para protegerlo, fue tan efectivo que luego ni ella misma pudo cruzarlo para intentar comprobar lo que ocurría, y optó por dar crédito a las mentiras... pasó el tiempo y se fue de este mundo convencida de que su hijo era una mierda y que desde que cambió de ambiente se había pasado al lado oscuro, no importándole nada más que su propio placer y beneficio, la farra y las malas compañías, pasando aún por encima de los sueños que tenían con respecto al futuro.

Mi amigo el puma, cuando recuerda esta historia, se pregunta si esos aires de egoísmo y de soberbia no serían más bien un rasgo que pudiera llegar a identificar a quien ideó semejante patraña... a un(a) HP que en lo que va de esta historia aún conserva el anonimato, porque el secreto de su identidad se fue con su víctima a la tumba...

(¿Continuará...?)