viernes, 13 de mayo de 2011

¿Qué? (4)


♪♫ "El 13 de mayo la virgen ma..." ♪♫

Maricadas como esa le tocaba cantar a mi amigo el puma en el colegio aquel en el que intentaron distorsionarle el sentido de la realidad a punta de credos, padrenuestros, avemarías y toda una serie de conjuros similares. Si su mente, estimado lector, le traicionó tarareando inconscientemente lo que seguía, preocúpese, porque entonces sumercé pasó por la misma tortura, vaya uno a saber por cuánto tiempo (en el caso de mi amigo el puma, doce años, así que ya podrán ir entendiendo la clase de “caspa” que me apoya en este blog).

En esta fecha tan especial (viernes 13, para los agoreros a la gringa) vamos a hablar de una palabreja empalagosa ya insinuada dos entradas atrás. Una que tanto en aquella farmacia de la franquicia vaticana como en muchas otras que se le parecen, destaca entre las favoritas para apaciguar a los fieles, un menjurje al que denominan dizque “amor”. Uno aprende desde muy temprano a convivir con otras palabras agudas tan naturales como chichí, pipí, popó, pero en mi caso aquella en particular me produce un asco inevitable, y ya verán por qué. Pero antes de seguir quiero llamar la atención sobre algo: esa palabreja, como ya lo dije, sirve en muchas sectas para amansar fieles, pero la paradoja es que éstos rápidamente le cambian el significado, le hallan el gustico y terminan siendo lo contrario, unos completos infieles, puras ovejas descarriadas… y ahí sí que venga el chiras y nos coja confesados.
¿Por qué? Todo el problema proviene de un asqueroso eufemismo empleado por una especie dizque racional (conocida como “humana”) para tapar una vergüenza: que en el fondo de su presuntamente superior cerebro, se esconden los mismos principios que rigen a cualquier otra especie animal sobre la faz del planeta, y entre ellos ocupa un lugar muy especial esa mañita de andar a toda hora con la disposición para estar auscultando entrepiernas en busca de una sola cosa: copular. Algún día un humano que no tenía nada más que hacer tradujo eso y lo articuló en una palabra grave como lo es SEXO, pero lo más grave fue cuando otro bastante más idiota que el anterior (seguramente algún precursor de las telenovelas) lo disfrazó haciendo un uso tan malo como perdurable de la palabreja empalagosa aquella que mencioné al comienzo de este desorden: “hacer el AM…” (¡bleáh!). A quienes son proclives a deleitar su cursi gusto con frases de peluche como esa, les digo que va siendo hora de que se bajen de esa nube, pues el otro día leyendo ocurrencias ajenas me encontré con una bien cruda que me gustó bastante: “eso de hacer el amor es de pobres, es mejor comprarlo hecho”.
Son muchos los casos de emprendimiento que se han basado en esa dudosa necesidad: libros pendejos, desde las novelas románticas hasta algunos de autoayuda, brujos(as) que “ligan” (joden) al ser “amado” (deseado), solitarios que ofrecen terapias de pareja (cuando la cosa debería ser tan simple como “si no le funciona, búsquese otra”), sin dejar por fuera desde luego a los curas que intentan convencer a todas sus víctimas de que ante los ojos del libretista lo mejor es “sentar cabeza”, casarse como ellos mandan y llenarse de problemas (crías), lo que los convierte en los más avispados ya que se ponen a dar consejos sobre una joda de la que no tienen ni idea. Todos sin excepción me parecen unos aprovechados, y como prueba quiero que le echen un ojito a este par de muestras que me trajo mi amigo el puma:
SE***36
Gotas naturales, retardantes para una relación más extensa, efecto 45 horas acto para diabéticos. No contiene azucar.
Sobre este primer ejemplo, creo que independientemente de que sea o no apto para diabéticos, si el efecto es de 45 horas el pobre cliente sin remedio morirá en el acto como consecuencia de una insuficiencia circulatoria.

Indudablemente una publicidad tan impecablemente elaborada sólo puede ir dirigida a la porción más primordial del cerebro del protagonista de varias de nuestras historias: el ciudadano promedio, a quien vemos en actitud sonriente en la primera imagen de esta nota, imaginando cómo a través de la promesa hecha en ese graffiti podrá alcanzar su anhelo de intentar emular al hermano cerdo, aquel que según la ciencia puede tener orgasmos de 30 minutos. Eso sí, por quedarse pensando en esa pendejada ni se da por enterado de los errores de ortografía que contienen tan llamativos anuncios. Si sumercé tampoco los identificó, nuevamente, preocúpese. También cayó.