sábado, 11 de septiembre de 2010

Pinina

Vuelve y juega el "auto-reencauche", esta vez asaltado por una duda: ¿Habría podido soportar 15 años a nuestro lado? Nunca se sabrá, pero los 11 que compartió con nosotros fueron una de las pocas cosas que puedo recordar con agrado en medio de tanta adversidad. Hoy hace 15 años llegó a nuestro hogar para ocupar un lugar muy importante, y es justo hacerle este pequeño homenaje presentándola a tantos que no la conocieron. Esta entrada fue originalmente concebida el 16 de marzo de 2007, casi tres meses después de su partida.

Casi tres meses después vengo a citar aquel evento que nos dañó el más reciente fin de año, la más reciente navidad (época que de hecho ya detestaba). El 27 de Diciembre pasado tras once largos años fue necesario adelantar su triste destino, el que tenemos todos, pero que en su caso se vio anticipado por la inclemencia de un tumor que ya hacía rato se había amañado con ella tanto como ella con nosotros y viceversa. En un hecho sin precedentes que me puso a trascender sobre algunas de las ideas que tanto predico, la decisión más humanitaria, si el término existe y es aplicable a este caso, era darle concentrada una enorme dosis de cariño que la hiciera sentir relajada en esos ultimos instantes comprados, y no aguardar a que más adelante unos largos e insufribles últimos días gratuitos se convirtieran para ella (y para todos los que la rodeábamos) en la peor experiencia de nuestras vidas. Tocó preferir la calidad sobre la cantidad. Tenerla sufriendo por un tiempo excesivo en espera de un milagro que no iba a llegar, no iba a ser de ninguna manera el premio a su fidelidad incuestionable. Muchos dirán que el llevarla empujada hacia la luz del túnel tampoco lo fue, pero en verdad eso es algo que solo puede conceptualizar cada quien desde su propia experiencia.
Junto con este epitafio que le estaba debiendo a mi Pinina, verán una de sus últimas fotografías.No es de la mejor calidad, pero ya es mucho logro que en medio de la tragedia el Libretista nos hubiese provisto un celular con cámara para poder registrar su inocente disimulo y el imperceptible y valiente esfuerzo con el que hasta ese oscuro día nos convenció de que todo estaba marchando bien. En esa lúgubre navidad del año 2006, volví a sentirme un animal incompleto. Quienes me conocen de cerca pensarán en este momento que estoy siendo cínico al negar que hay otras fuentes de cariño alrededor. Pero no por eso voy a dejar pasar la oportunidad de afirmar que el de ella fue siempre muy especial. Tampoco les será nuevo el verme o escucharme decir que siempre preferiré estos "placebos", como diría un amigo. Es incomparable la fidelidad, el afecto que te puede prodigar una mascota por encima de la ingratitud que casi siempre se espera del mal llamado ser humano. Ni siquiera aquellos que comparten tu sangre son completamente dignos de confianza, y al no poder escogerlos, lo malo que te pueda pasar con ellos es un simple producto de la mala suerte.
En cambio el vínculo que creas con ese ser es invulnerable al paso del tiempo. Te querrá hasta el último de sus días en la misma forma o mejor que como te lo demostró el primer día que te vio. No te levantará la mano ni la voz para agredirte, siempre te esperará ansioso y feliz de verte, sin importar la hora y lo cansado que llegues su alegría puede borrar todo lo malo en un batir de cola.

Bien... no me extiendo más. Esto era algo que tenía atorado en la conciencia, el no haber dedicado a tiempo unas palabras a ese ser tan especial al que tuve que dejar ir con el Libretista hace casi tres meses. Lo tenía que hacer, por algo que ya casi contaré en este espacio, y que me hace guardar la esperanza de que su espíritu no nos ha abandonado y que incluso, si está escrito, pronto estará de nuevo con nosotros.

lunes, 21 de junio de 2010

Lutocracia

Por todo lo que ha muerto: las esperanzas, los buenos proyectos políticos, las buenas intenciones de sacar a este moridero de su sempiterna ignorancia y estupidez a través de una mejor educación, la oportunidad de dejar viendo un chispero a todos los hampones que desde anoche comenzaron a lagartear la oportunidad de recibir su tajada del pastel, la duda de cómo iban a hacer los "honestos" donantes que aportaron a la turbia campaña para recuperar su inversión en caso de que la apuesta no les favoreciera... en fin, entre estas y muchas cosas más, el sueño, la utopía de por fin tener un mejor país, y no el que nos merecemos por idiotas (incluyéndome entre las víctimas, pero sin tener culpa de lo que pasó).

Sea este un sufragio in memoriam de la democracia que nuevamente fue abortada a cambio de más de lo mismo. La horrible noche aún no cesa. Apaga y vámonos...

domingo, 16 de mayo de 2010

Poopville (Urbanosis 4)

Poop... shit... crap... dejémonos de vainas, mierda, ese es nuevamente el tema. Y es que este remedo de civilización al que los optimistas llaman ciudad (y capital, pa' más piedra) posee las suficientes características para que uno sienta que vive en una selva.

Iba mi amigo el puma una mañana de camino hacia la casa de su cuñada, cuando de pronto se sintió como Tarzán el día en que descubrió la desobediencia del hermano conejo. Poco faltó para que sus pasos se hicieran un tanto pegajosos y olorosos al encontrarse con la tremenda descarga que pueden apreciar en la fotografía. Pero esta preciosa muestra, por sus características y en particular por su colosal tamaño, no daba para ser una incursión urbana del hermano conejo. No, tampoco era del señor que va varios metros adelante. Todo parecía indicar que se trataba de un obsequio a la ciudad dejado allí por el inseparable compañero del llanero solitario, o por lo menos, de una de sus versiones criollas: uno de aquellos policías montados, también conocidos localmente como carabineros (aunque seguramente ninguno de éstos lleva carabina). Lo que sí llevaba este semoviente (el de abajo, no el de arriba) era un antojo incontenible por decirle al mundo lo que se merecía, y qué mejor que a través de este pintoresco reguero. La veraniega atmósfera mañanera se percibía notoriamente viciada por la gaseosa estela que de tan magnífica obra de arte emanaba dándonos una leve probadita de lo bien que andaba la digestión de aquel animal (ya dije, del de abajo).


En esta bella postal el toque de ironía lo da el avisito del pequeño parque. Sugiere la sana costumbre expresa en la señal, que a este espécimen (al de arriba) le tocará en lo sucesivo incluir en su kit un costal y una pala (o por lo menos, una bolsa de supermercado y una cucharita, lo que más le guste) para hacerse cargo de las desdichas que su fiel compañero de jornada obsequia generosamente a la urbe a través de sus esfínteres. Claro que es posible que el de arriba no considere que el de abajo cumpla el rol de mascota, y ahí sí jodidos porque todo lo dicho hasta ahora no pasaría de ser tan sólo un chiste.

Lo que no es un chiste es la actitud en la que viven otros ciertos animales, que sin ningún pudor van agarrando cuanto rincón, poste, parque, cerca o antejardín se encuentran a su paso para convertirlos en espontáneos baños públicos. La mala educación de este miserable pueblucho comienza por casa, cuando la irresponsable mala madre prefiere ahorrarse una moneda y en vez de buscar un baño real, no tiene reparo en bajarle los calzones a su asquerosa cría para ponerla a mear o a cagar en donde le de la regalada gana. Y con esos vicios crecen los mal nacidos que con el tiempo tampoco tienen ningún inconveniente en ir "haciendo pipí" en cualquier esquina ante la atónita e impotente mirada de los conciudadanos que nada podemos hacer por el temor a cualquier respuesta animal fuera de tono por parte del cochino infractor.

De la poca cultura ciudadana que se había ganado unos años atrás, nada queda. En este momento, por lo menos, más de media docena de infelices desadaptados echan a perder la que pudo haber sido una fecunda noche de ejercicio intelectual para mí, y una noche de plácido sueño para los demás habitantes de una de las pocas casas en esta cuadra en las que aún vive gente decente. Hemos sido atropellados en nuestro derecho al descanso por unos mal nacidos viciosos que desde hace más de cuatro horas han hecho estremecer nuestras ventanas y paredes con la pseudo-música más asquerosa, los gritos, las palabrotas, el escándalo, el desaseo en los antejardines y el consumo de alcohol y de drogas. Y la autoridad (que por su lenta reacción parece que vino en burro mocho, ni siquiera en caballo) no existe para poner freno a la porquería... en esta jungla cada indecente va haciendo lo que de la la cochina gana, pero eso sí, ay de aquel que se atreva a intentar buscar una solución por su cuenta. Sí, tendré que decirlo... en este momento añoro que venga un grupito de aquellos que hacen la "limpieza"... porque mientras no podamos retomar un régimen en el que la educación y la decencia prevengan la ocurrencia de estos desmanes, la única forma de aplacar a tanta mal nacida plaga tendrá que ser la fuerza.

Señores de los falsos positivos, hagan un último favor a la patria... aquí les tengo una colección de vagos para que engorden sus resultados. Hagan con esos hijos de mala madre lo que les de la gana, antes de que se sigan tirando el barrio y el vecino de en frente tenga que conseguir un arma para agradecerles por todas las cochinadas que le dejaron en el antejardín. He dicho.

sábado, 10 de abril de 2010

Trashville (Urbanosis 3)

Dentro de la gran masa intangible de la llamada cultura popular, hay por ahí una sentencia que afirma que "el papel aguanta todo". (Si no lo creen, pregúntenle al papel higiénico). No tengo idea de cuándo ni dónde se acuñó dicha frase, pero lo que sí tengo claro es que los tiempos han cambiado. Hoy por hoy, siendo testigo de toda la catástrofe ecológica causada por la prepotente indiferencia de la especie humana, esa frase me suena bastante canalla. Es la aprobación sin justificación de todo lo malo y lo inútil que se ha hecho con el producto de la explotación de innumerables bosques. Y dentro de lo inútil se ubica el ejemplo de hoy.

Se presentó una mañana como cualquiera entre semana, un día de esos agitados en los que uno va presuroso dando largos pasos al compás de cortas reflexiones. Ya había logrado superar la asfixiante "comodidad" de nuestro envidiable sistema de transporte público, ese que dizque nos cambió la vida al acomodar nueve parroquianos por metro cuadrado. Eso significaba también que ya había perdido quizá una hora u hora y media en un viaje que supuestamente duraría de 20 a 25 minutos. Ya había pasado invicto la prueba con la que todos los días el mercado de la lástima intenta romper la indiferencia de mi amigo el puma en cada puente peatonal que cruza (esta vez, cuatro veces en el mismo puente). Ahora venía la tercera prueba de esta olimpiada cotidiana, la veloz caminata de obstáculos, esquivando a aquella multitud de lentos para los que parece que el tiempo no transcurre con la misma velocidad. Se entiende por qué muchos de ellos son cafeinómanos desde que llegan a sus oficinas ("Rosita, ¿me regala un tintico?"), ya que cuando van por la calle parecen dormidos. Pero debo bajar mi velocidad, porque esta vez hay un elemento extraño en el paisaje.

Abundantes manchas rojas comienzan a aparecer sobre los andenes, una tras otra. Llegan a la mente imágenes mezcladas... cierto deporte en el que los participantes son capaces de asesinar al contrario de una patada en la cara por un balón... cierto evento que se presenta cada cuatro años, siendo la máxima expresión del supuesto deporte aquel... un señor mayorcito de peculiar peluca, que antes jugaba a eso mismo y ahora se la pasa comiendo papas fritas... un operador de televisión por cable que está ávido de nuevos clientes, y decide contratar una publicidad en la que entre otros figura el señor mayorcito, pero esta vez hablando del eventico aquel y no de las papas fritas... y un periódico de circulación gratuita que se reparte todas las mañanas a los transeuntes madrugadores en las principales vías de este cochinero de ciudad, el cual ha incluido aquella mañana un volante con la publicidad de aquel operador de televisión que contrató al viejito de las papas fritas para que dijera que a través de dicho operador él va a ver todos los partidos (a los que ya no puede ir) del eventico aquel en el que se van a romper la madre por un balón.

El resultado: porcicultura urbana, o en otras palabras, comprobar qué tanto se puede empeorar esta pocilga, esta porqueriza de ciudad, en la que al parecer a la mayoría de los habitantes les gusta revolcarse en su suciedad. La primera foto habla por mí, describiendo una de las manchitas rojas que ya mencioné. Como esa había cualquier cantidad, ubicadas en el andén, en plena calle, sobre las zonas verdes, enredadas en las rejas, en cualquier parte, menos en donde deberían estar: el lugar correcto para la basura, que es el ilustrado en la segunda foto. Y lo más triste es que lugares como esos, llamados canecas, de los cuales parece que sólo unos cuantos iluminados tenemos conocimiento, había en abundancia sobre aquella vía: una cada 50 pasos, aproximadamente. Así es que no se entiende por qué al porcino urbano promedio le cuesta tanto trabajo esperar a encontrarse con la siguiente caneca para hacer lo correcto.

Y por supuesto, me rehuso a entender por qué en esta época en la que hay tantas formas inteligentes de promover cualquier cosa, estos señores recurren a lo qué más daño ambiental y basura produce, como lo fueron esos volantes que, según lo visto, a la gran mayoría del público le importaron un carajo. Sí, señores: a mí, su bendito mundial de fútbol y en general lo que tenga que ver con ese jueguito me importan un c... omino.

sábado, 27 de marzo de 2010

Duerme... (Urbanosis 2)

Desde hace mucho los pocos que me rodean, comenzando por mi amigo el puma, saben que ciertas palabras cursis, melosas o babosas me inspiran un fastidio proporcional al placer que le producen a la gran mayoría del resto de los mortales. Palabrejas de esas que mucha gente adorna con figuritas cardioides, estrellitas, nubecitas y pajaritos, a mí me sacan de quicio. Pero hay algunas que casi nunca la gente normal pensaría en usar, y son precisamente esas las que para mí guardan un extraño encanto. Hoy rindo honores a una de ellas:


Éranse una vez un barrio relativamente tranquilo, y una cuadra relativamente silenciosa. Hallábanse los dos ubicados en un sector "ni muy muy, ni tan tan" de cierta ciudad capital de cierto remedo de país en el que supuestamente "la gente no se vara", lo que tácitamente implica que hay una creciente cantidad de varados pujando todo el tiempo por dejar de serlo. Algunos en formas dignas, otros no tanto. El contexto que iba cambiando con el paso de los años dictaminó que después de cierto tiempo a la gente no se le diera trabajo porque el mercado laboral los envejece a todos prematuramente. Como la gente de aquel entorno no se vara, comenzó a presentarse el fenómeno del propietario de inmueble con espacio suficiente para poner un "negocito". Tienda de abarrotes, pequeña ferretería, papelería, miscelánea, peluquería, pizzería y/o comidas rápidas, son algunos de los más comunes. Listo, comprendido, cada quien necesita hallar la manera de que no le falte el pan. Sin embargo...

Érase una vez una de aquellas propietarias que un mal día cedió al cansancio y ante la necesidad del dinero soltó su "local casero" en malas manos. A la línea de negocio que allí surgió se le conoce como "cigarrería", lo que inmediatamente conecta con "licorería". Y ahí comenzó el caos. Ni más se supo de silencio en las noches. Ni más se supo de aseo en la cuadra. La "música" de mal gusto, los ebrios vociferantes, las peleas de madrugada, las palabrotas, las botellas rotas en calles, antejardines y andenes, los malos olores asociados a las necesidades (no previstas, pero previsibles) de los borrachos, satisfechas callejeramente... una explosiva mezcla acabó con la tranquilidad y el sueño de la gente decente que quedaba alrededor. Porque lógicamente, si el antro tenía clientela era porque ya el barrio no era tan tranquilo, tan decente y silencioso... un poquito más "muy muy" y menos "tan tan", por desgracia.

Hasta que un día, hace poco más de dos semanas, algo cambió o alguien se cansó de no actuar. Y entonces, surgió la palabra de la fotografía, y la gente de bien tuvo un pequeño respiro. Razones para lo ocurrido, se me ocurren varias. Algunos pensaron que se trató de alguna infracción a la ley seca que se impuso (como siempre) dos noches antes de las más recientes elecciones. Pero eso no fue, me consta porque el sello ya estaba cuando el horario de la norma comenzó. Quizá le soltaron trago a algún alcohólico en la mañana, antes de la hora permitida. Tal vez el vecino de la casa que queda en frente, aburrido de las peleas en su puerta, tomó cartas en el asunto. O quién sabe, de pronto alguien se apegó a las normas y decidió acabar con la farsa del aviso que decía "Restaurante" para camuflar la "chichería". O la última opción, quizá se denunció la ampliación "hechiza" del local que, haciendo uso incorrecto del área de antejardín de otro predio, daba cabida a más borrachos, más ruido y más problemas.

Lo que haya sido, logró que al menos por estas dos semanas mi amigo el puma entendiera el encanto subyacente de esas palabras que no se ven todos los días. Qué ocurrirá de aquí en adelante, aún no lo sabe. Pero está un poquito preocupado desde anoche, cuando vio que el sello ya había sido retirado. Por si acaso, ya está pensando en alertar a las autoridades sobre ciertos excesos de las tiendas de víveres que tienden a convertirse en la competencia del antro de perdición de la fotografía. Amanecerá y veremos si pudo dormir.

sábado, 13 de marzo de 2010

¿Uterocracia?

Desde hace días hemos venido manchando las conversaciones cotidianas con el tizne de que nos íbamos a poner pútridos en este blog. Y lo más pútrido que se nos ocurrió fue hablar de política. Y para aumentar el hedor, política matizada con otros temas pestilentes: religión y sobrepoblación. Ya verán por dónde va el agua al molino...

En el que fue nuestro colegio hace ya bastantes años, mi amigo el puma y yo veíamos con frecuencia que los curitas rendían devoción a un personaje que era todo un icono de su comunidad, beatificado por aquellos días y actualmente considerado santo: Ezequiel Moreno y Díaz. "Sacerdito" desde los 16, sacerdote a los 23, por andar de misionero vino a hacer carrera de obispo en este moridero hasta los 58, cuando su Diosito se acordó de él. Eso fue hace ya más de 100 años, en una época ruidosa en la que aún se hablaba de guerras civiles, como la guerra de los mil días que dejó como consecuencia la pérdida de Panamá. Sí, claro, yo detesto el enorme baúl de datos que llaman historia, pero estos los necesito para delinear el contexto histórico de mi primer personaje, don Ezequiel... digo, San Ezequiel. Esto va para largo...

Todo ese tropel de guerras era generado por ese delicioso invento humano que llaman política. Dos partidos tradicionales vivían buscando la disculpa para darse en la jeta sin importar a cuántos hubiera que llevarse por delante. Muy evolucionados estos señores, resulta que según cuentan las malas lenguas (ya que las buenas al parecer jamás se destacan por contar algo) el curita Ezequiel no fue la excepción, y como lo dictaba la tradición, sus inclinaciones eran azules, pues al parecer la sotana le combinaba con las banderas del partido que en plena época de guerra llevaba las riendas: el conservador. Tales inclinaciones no eran desconocidas para los borregos-feligreses ya que el señor este hacía política desde el púlpito, de manera que esta "almita de Diosocomosellame" se convirtió en un personaje de horror para los liberales. Como ya dije, un siglo ha pasado desde entonces... pero algunas mañas no se pierden, y aunque sea por encima o por debajo de la mesa, ese tufillo de coquetería entre cierta corriente política y cierta iglesia milenaria sigue por ahí. Lo malo es que a esa encantadora corriente política le encantaba andar acabando a punta de violencia a los opositores, para la muestra está el caso de un tal Laureano Gómez quien por la época de la guerra que mencioné era universitario, y con algo de tiempo llegó a ser Presidente. No voy a seguir con la clase de historia, me basta sólo con saber que a estos individuos les iba muy bien armar masacre.

De la entraña de esta facción política salen hoy en día ciertos brotes que me desconciertan. Será porque los tiempos han cambiado, aunque las alianzas no. La mentalidad de los negociantes de la fe ya no se orienta a acabar con un público potencial a punta de machete y bala por cuestiones de color político. Es más interesante hacer que ese público aumente descontroladamente, a fin de aumentar también la probabilidad de que salgan nuevos simpatizantes de la causa, nuevos borregos a los cuales seducir desde el púlpito para que vayan a engordar las urnas en elecciones y los bolsillos de sus amigos políticos después de éstas. Es más interesante una alianza estratégica en la que yo te promuevo y tú me promueves. Yo desde el púlpito digo ciertas estupideces y tú desde la tarima de tu campaña las repites, y ya veremos cómo los dos salimos ganando. Qué asco. El mismo asco que me produjo el ver estas perlas en la publicidad de ciertas candidaturas...
Ahora resulta que la intención de voto no debe ser determinada por las ideas sino por las creencias. O por la relación entre aquellas y los hábitos sexuales, según parece. La primera me produjo "piedra", la segunda, un rotundo asco. No entiendo qué putas tiene esa asquerosa barriga de estético o de político (¡vamos, es publicidad política, no un anuncio de un centro de no-planificación familiar!). Pero en el fondo, las dos están diciendo la misma huevonada: sigan tirando mamitas que todavía no tenemos suficientes borregos. A esta gentuza le parece que aún somos pocos. A la salida de los templos llenos de tontos se ve a otros más tontos con su colección de niños muertos de hambre pidiendo para un pan. Pero el infeliz que adentro y desde el púlpito les incita a seguir trayendo más y no a prevenir que esto ocurra, no adquiere ninguna responsabilidad sobre las consecuencias de sus palabras. Tampoco lo harán este par de lumbreras que vociferan lo mismo en la plaza pública y en avisitos pecuecos como los que aquí se muestran. Ni ellas ni los de sotana se van a ir a cada semáforo a adoptar a todos aquellos que viven en la miseria vendiendo chicles. Por el contrario, estos hipócritas muy probablemente ordenarán a su chofer que la emprenda a madrazos cuando uno de esos infantes le esté embarrando ("limpiando") los vidrios del carro.

Lo que tengo claro es que usualmente uno debería hacer campaña prometiendo (esa es la palabra clave de siempre, puras promesas) implantar o mejorar algo, o bien derogar algo, según ocurra que ese algo favorecería o está perjudicando a muchos o a todos los electores. Ejemplos hay todos los que se quiera: mejoras en la educación, en la salud, en los servicios públicos... eliminar o reducir impuestos... lo de siempre, lo de los mismos con las mismas. Pero el caballito de batalla de este par de patéticos casos no tiene ese rasgo. Que yo sepa, actualmente nadie va por ahí obligando a la gente a que aborte o a que tenga ciertas prácticas responsables en torno a ese temita de andar sobrepoblando, aunque se debería. Esas cosas aún están en el terreno de las sabias decisiones que todos deberíamos ser capaces de tomar, pero a las que la estupidez general no deja tiempo. Entonces, no veo en dónde está la promesa que va a atraer a las moscas a las urnas. A la vista del electorado sin cerebro, un lema como estos es "la miel que atrae a las moscas más que el vinagre". El problema es que la mierda las atrae aún más, y para mí, estos lemas no son más que eso: shit. Literalmente, este par de eminencias deberían irse para la China, a ver si encuentran nicho en medio de los pocos estúpidos que quieren salirse del modelo que los obliga (a Mao gracias) a controlar la población. Aquí, mis señoras, están absurdamente fuera de lugar.

Estas son nuestras almas puras... que rueguen por nosotros, que nosotros rogaremos por ellas... para que no lleguen a donde pretenden llegar. Mañana es día de elecciones... yo espero que usted, apreciado lector, pueda votar con la cabeza y no con las gónadas. He dicho.

miércoles, 17 de febrero de 2010

¿Qué? (3)

Ahora que ya salimos del prólogo podemos volver al camino andado y continuar con esas perlitas que nos endulzan las mañanas a mi amigo el puma y a mí, cuando la casualidad nos agarra de sorpresa (prácticamente a diario, con lo cual ya no debería tener nada de sorpresivo) y nos arroja en la cara abundantes muestras de la subcultura en la que por mala fortuna estamos inmersos.

Las mismas joyas vemos en todos los niveles, desde la chic decoración del vehículo del transportador urbano hasta la kitsch embarrada redacto-ortografico-gramatical del brillante, exitoso y talentoso profesional (¡puáj!), cuyo hedor (el de la embarrada..., casi siempre) es tan perverso que nos tienta a pensar que ese error pudo ser intencional, ya que hay por ahí en la jungla de cemento gente capaz de cosas inimaginables.


Esta es una más de las callejeras, ya que las otras infortunadamente se mantienen cobijadas por la aparente pulcritud del entorno en que los miserables yuppies pasean su ignorancia. La misma lamentable falta de claridad que tiene la foto, y de la que adoleció el fulano que por "cualquier tres pesos" hizo este triste aviso, la comparten en el otro extremo de la pirámide zoocial aquellos deprimentes engendros de limpia camisa y corbata que a veces rebuznan al del escritorio de al lado pretendiendo saber si la palabra imbécil tiene tilde. Y en algunos de estos casos, sí que la tiene. Podría disculparlos asumiendo que el nudo de la corbata no permite que les llegue sangre a la cabeza. Pero mejor hago caso al aviso... los veo a lo lejos y concervo mi distancia.

sábado, 6 de febrero de 2010

¿Qué? (Prólogo extemporáneo)

Para comenzar, una nota al margen: hace dos semanas aquí se cumplió un año de estar escribiendo boñiga. Quizá hubo menos movimiento de lo esperado, dada la efervescencia de los primeros días. Queremos que quede entendida la advertencia: que no estemos escupiendo cada semana, no significa que el empute cotidiano haya cedido terreno, en absoluto. La olla a presión del inconsciente sigue ahí, sólo que en bajito. Simplemente al igual que en el universo paralelo al que llaman realidad, acá en este plano virtual, a mi amigo el puma "le valen huevo" los cumpleaños, y muy especialmente los propios, por eso no quisimos correr el riesgo de recibir el centenar (tan optimista, con diez lectores) de comentarios de ocasión. Ahora sí, a lo que vinimos.

Este es un prólogo que le quedé debiendo a uno de los variados hilos con los que se teje la neurosis en este espacio: la buena escritura. Ha surgido luego de uno de los tantos trasnochos que tuve la semana pasada, cuando volví a encontrar en medio de una maraña de datos, perlas invaluables que demuestran qué tan ilustrados son aquellos y aquellas infelices que nos restregan todo el tiempo su status de brillantes jóvenes profesionales (me muerdo los dedos para no escribir a qué se dedican esos idiotas, por no herir susceptibilidades). Lindos gazapos como "hacerca", "rebicion", y muchos otros que he encontrado y seguiré encontrando, ya que la suficiencia con la que pretenden expresarse estos supuestos eruditos no les deja espacio en el ego ni en el escritorio para una saludable consulta al diccionario.

Lo anterior, sin contar con el creciente daño que se le hace al pobre idioma heredado de los españoles, a través de los canales de comunicación obsequiados por el avance tecnológico (que al parecer se traduce en retroceso neurológico para muchos): mensajes instantáneos de texto, aplicaciones de chat, redes sociales de todo tipo, etc. La ralea del común se ha metido en la reducida cabeza la idea de que estos canales están ligados al inmediatismo, al permanente afán... pero aun no entiendo al afán de qué, ya que generalmente quienes peor los usan destacan en mi percepción por ser una caterva de desocupados. Y al margen de lo inoficiosos que puedan ser, mis experimentos privados me llevan a concluir que me demoro más buscando la forma de echar a perder la ortografía de una frase que si la escribo como la gente decente. Es decir, la moraleja en tal caso sería, que si me voy a demorar lo mismo escribiendo algo bien o escribiéndolo mal, prefiero lo primero. Pero por desgrasia, la tendensia ba en direxion kontraria, mk. EsO dE aNdAr EzKrIvIeNdO vIeN hA tOdA oRa Ez PaRa "ÑoÑoS", gÜoN...

Me indignó leer en un periódico hace tiempo esa última afirmación sobre los ñoños, proferida por un mocoso que supuestamente se ganó un concurso de ortografía. Deduzco entonces que para ese pelmazo, la ortografía es la obligación de escribir como se debe bajo amenaza de ser vulnerado por el orto. Leer la forma tan miserable en que esta gente se expresa, solamente me produce ganas de pasarlos al paredón, y "ratatatatatataa..." (pero muchos de esos iletrados no entenderán qué es una onomatopeya). Ahí les dejo con este dibujito publicitario que debe tener más de cuarenta años, época en la que la gente decente se preocupaba por expresarse sin afanes postizos, demostrando no sólo que sí había pisado un colegio, sino que además no había ido sólo a calentar el pupitre mientras le firmaban un cartón. Se me cuidan...

sábado, 9 de enero de 2010

Arde el cerro


Con la pereza característica de un año que comienza en viernes, aquí vamos con la primera cachetada de este nuevo fiasco de doce meses. La presente nota intenta recoger las reflexiones de una semana que termina con registros insólitos de temperaturas extremas tanto altas (en el día) como bajas (en la noche) en el pedazo de territorio que rodea a mi amigo el puma y al que algunos optimistas pretenden llamar con rosadas palabras como "país" o "patria".

Se supone que la foto que ven arriba es más o menos un ejemplo de la Bogotá de hace unos sesenta años, una lúgubre y fría ciudad que no en vano se ganó el mote de "nevera" por parte de los "calentanos" que viven en otras altitudes. Espero sepan tomar la foto en el mismo sentido que yo cuando apunto a la indumentaria de los lugareños, entendiendo que la infaltable gabardina no estuviera apoyada por una cuestión de moda sino por el frío (y frecuentemente lluvioso) clima cotidiano. ¿Por qué viene al caso esta mención "retro"? Porque si la ciudad se hizo odiosa fue por fría, no por caliente... hace años no era habitual que el monte se prendiera fuego solito debido al abrasador calor, así de simple.

Parte de lo que sigue proviene de charlas-no-de-coctel con algunos pocos allegados. El tema del cambio climático da para todo. Para algunos relacionados con el tema ambiental, es obviamente parte de su diario vivir el razonar sobre el problema y tratar de proponer soluciones. Para otros mal nacidos (que militan en el extremo opuesto siempre a favor de los grandes capitales), es una farsa inventada por activistas desocupados que, por envidiosos, no quieren que sus patrones sigan abarrotando sus bolsillos mientras envenenan el planeta. Y en medio de este carnaval de blancos y negros hay una infinidad de grises, uno de los cuales se limita a reflejar la inconmensurable estupidez que el trópico estampa en la cortísima mentalidad del latino promedio: "me encanta el calor que está haciendo por estos días, es rico porque así las viejas andan más destapaditas, hay más para ver...". Esta es la única clase de "razonamiento" que puede originarse en la subdesarrollada neurona de aquel que sólo sueña con un priapismo perpetuo y con el día en que el calor obligue a todas sus conciudadanas a salir desnudas (semidesnudas ya están saliendo) a la calle.


Pero este tipo de individuo está tan ocupado fantaseando con el pecho de aquella desconocida que viene en dirección opuesta por el andén, que no es capaz de escuchar el sobrevuelo de aquel helicóptero que presuroso lleva su encargo de cientos de galones de agua para intentar apagar el fuego que consume el bosque nativo a pocos kilómetros de sus inquietas gónadas. Este tipo de individuo sólo tiene imaginación para inventar la frase que le acerque a cumplir su recién concebida fantasía erótica y, si se descuida, a concebir como consecuencia a otros igual de cafres a él, que en un futuro más caliente seguirán en el mismo plan absurdo de dejar quemar el planeta por la acción conjunta e inconsciente de tanta gente, y todo por la primordial expectativa de ver un par de tetas por la calle.

Y así, década tras década, durante las últimas seis, más o menos, la gente sigue haciendo gente, con lo cual el clima se calienta un poquito más, de manera que la gente se destapa también un poquito más, se desinhibe un poquito más, se exhibe un poquito más, y así se crea un nuevo ciclo de calenturientos que de nuevo se dedican a hacer más gente... y etc...


y mientras tanto, los pajaritos, los caracoles, las plantas, y todas las especies de flora y fauna que confían en que los desgraciados que viven alli abajo, en la ciudad, no acaben con su hábitat, se joden... se tienen que comer el humo y morir asfixiados o incinerados... y todo para que esos "racionales" puedan seguir viendo tetas en los andenes de las avenidas.


He dicho, y seguiré diciendo.

PD/ Agradecimientos a Camilín por las fotos...